MARKY RAMONE: EL SONIDO DEL ANHELO

17 julio, 2013 1:31 pm Publicado por  5 Comentarios

Andrew W.K.Kafe Antzokia, Bilbao

 Allá por principios de los 60 había grupos de chicas con peinados imposibles, ojos de Cleopatra y voces de filo de cuchilla que a pesar de su aparente ñoñería se clavaron en el corazón de bastantes rockeros. Parte de la culpa la tuvo Phil Spector y su grandilocuente ‘wall of sound’, pero también una capacidad innata para reflejar como nadie hasta entonces los nervios de la primera cita y ese amor romántico tan puro que arrebata. Porque incluso los más duros han pasado noches en vela pensando en alguien y probablemente hayan vuelto camino a casa montados en esa nube de la que uno no desearía apearse jamás.

Dentro del punk los Ramones fueron los encargados de recoger la herencia sentimental de The Ronettes o The Crystals y añadir unas cuantas revoluciones que no consiguieron disipar por completo la naturaleza emotiva primigenia. Por mucho que contaran con temas nihilistas totales en los que repetían no querer tal o cual, Joey Ramone nunca ocultó su faceta sensible que a veces traspasaba hasta llegar a las canciones. Por ejemplo, aquella que dedicó a la periodista económica Maria Bartiromo, que ante la avalancha de emails de la estrella optó por la callada por respuesta pensando que se trataba del típico pirado.

Podrán pasar décadas y miles de años, pero pocos cancioneros levantan tantas pasiones como el de la peculiar ‘familia feliz’ de Queens. Ya lleva un tiempo considerable el único superviviente de la formación clásica Marky Ramone revisitando ese catálogo con todo tipo de personajes, desde el ex Misfits Michael Graves hasta en esta ocasión el versátil Andrew W.K., que lo mismo cuela un número uno en las listas que se convierte en embajador cultural de Bahréin o bate un récord al tocar la batería ininterrumpidamente durante 24 horas.

A pesar de que los meses estivales suelen ser flojos en cuanto a asistencia, una considerable muchedumbre no se quiso perder una sesión de éxitos impepinables de dejarse la garganta. Si hubiera caído en sábado probablemente estaríamos hablando de entradas agotadas, porque quien más quien menos ha entonado a voz en grito alguno de sus himnos. Forman parte de la cultura popular, a la altura de los Beatles, sin ir más lejos.

Marky RamoneSobraban las presentaciones cuando escasos minutos después de la hora señalada Marky Ramone se parapetaba en su batería con sus eternas gafas de sol y aspecto inmutable. Es casi como un personaje de tebeo, con su particular ademán que de puro impasible impone. Da igual que de primeras caigan trallazos frenéticos del calibre de “Rockaway Beach” o “Psychoteraphy”, él seguirá a lo suyo, con sus maneras de robot y de vez en cuando saltándose el inapelable guión con algún redoble inesperado para hacerse notar.

El figura Andrew W.K. tampoco se lo tuvo que currar demasiado para que el personal acabara con las cuerdas vocales reventadas. Fue un tanto osadía que irrumpiera en escena vestido completamente de blanco, un sacrilegio absoluto en la esencia de los Ramones, pero mantuvo el tipo con dignidad en temas acelerados tipo “Commando” o “Havana Affair”, mientras que su voz chillona no alcanzaba la magnitud crooner de la de Joey en la delicada “I Wanna Be Your Boyfriend”.

Pero bueno, eso tenía fácil solución, gritar ‘one, two, three, four’ y pisar el pedal a muerte, sin pausa y sin permitir que nadie se bajara del tren en marcha. Había cañonazos para exportar, “Beat On The Brat”, “Now I Wanna Sniff Some Glue”, ya únicamente el debut concentra más clásicos que los de una banda entera en toda su carrera. Y en “53rd and 3rd”, el bajista para la ocasión rememoró con solvencia esa parte en que Dee Dee soluciona con una cuchilla a la brava una disputa en un bar gay.

El arrebato nihilista “I Don’t Want You” precedió a esa inconfundible intro de batería que solo podría responder a “Rock N’ Roll High School”, que desató bailoteos por el recinto. La vertiente emotiva no tardaría en volver a hacerse presente con el tremendo “Oh Oh I Love Her So”, con el que uno se podría dejar la garganta en el estribillo, y luego con el pop chicle a toda pastilla de “She’s The One”. Es lo bueno que tienen los Ramones, te pueden contar cosas conmovedoras a un ritmo incesante, y sin parecer moñas.

Sudando ya la gota gorda nos cascaron “I Believe In Miracles” y “The KKK Took My Baby Away”, dos pepinazos que levantarían la fiesta en cualquier garito un sábado noche. El entusiasmo era tal que a veces era inevitable que algunos espontáneos se animaran a compartir tareas vocales con Andrew. Atronaba “Pet Semetery” y “Chinese Rocks”, esa pieza compuesta al alimón entre Dee Dee y la leyenda del punk neoyorquino Richard Hell, y uno reflexionaba sobre la grandeza de un legado en el que apenas existe mácula o garrafón, todo temazos.

No faltó por supuesto “I Wanna Be Sedated” o el “Pinhead”, con su inconfundible grito de guerra ‘gabba gabba hey’. La primera tanda de bises arrancó con el mítico “Do You Remember Rock N’ Roll Radio?” y aquello era para tocar el cielo. Con una materia prima de semejante envergadura configurar una recta final no resulta complicado, vale lo mismo la adaptación de Tom Waits “I Don’t Want To Grow Up” que el homenaje que les hicieran Mötorhead “R.A.M.O.N.E.S.”. Tanto monta, monta tanto.

Y para la segunda vuelta a escena, Marky se quitó las gafas de sol, tal vez para demostrar que sigue siendo humano, antes de rememorar la etapa comercial con teclados de la banda en “Bonzo Goes To Bitburg” y luego acordarse del icono de Joey en “What A Wonderful World”. El epílogo “Blitzkrieg Bop”, como no podría ser de otra manera, desató con la inmediatez de un relámpago un pogo de proporciones generales por el recinto y hubo que ponerse a cubierto para no caer víctima del fuego amigo.

Algunos quizás piensen en Marky como un oportunista que lleva años viviendo de las rentas, pero lo que ofrece no deja de ser una experiencia emocionante para todos aquellos que no tuvimos la oportunidad de ver en directo a Johnny, Joey y compañía. Un cañonazo de bolo en el que pasa en un suspiro una trayectoria por delante de tus ojos. Es el sonido del anhelo juvenil y la promesa de los sueños por realizar.

Texto y fotos: Alfredo Villaescusa

 

 

 

 

 

 

 

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